Lyrsa
María nace en Santurce en el 1981. Es la tercera de sus hermanos, siendo la
única niña y con una diferencia de 9 y 13 años entre ellos. Creció entre
adultos, libros, la locura culinaria de su padre, los regaños constantes de su
madre, y las artes. Comenzó a hacer sus pininos culinarios a los 7 años,
tratando de hacer unos pancakes de desayuno, que a pesar de que se le quemaron,
su padre se los comió con mucho halago. A partir de ese momento nació una
curiosidad por lo que ocurría en ese pasillo largo de la casa, y decidió salir
muy pocas veces de él, y las que lo hizo, no daba pie con bola. A los 11 años
ya cocinaba para la familia, y adquirió el derecho de quedarse sola el verano
en casa, así evitando los malos almuerzos de los campamentos de verano. A esta
edad comenzó a engordar, porque todo lo que hacía se lo quería comer, pero era
una gordita feliz. A los 13 años ingresa a las Niñas Escuchas, que la lleva a
descubrir cómo hacer un desayuno en una lata de galletas Export Soda y bistec.
Durante su adolescencia se dedicó a inventar, tanto en la cocina, como en el
arte y la literatura. Ya en la escuela superior hacia pequeñas cenas para sus
compañeros de clases, lo cual creó el Club Gastronómico de La Pandilla, que se
reunía en Hato Rey, en el apartamento de su mejor amiga Verónica, para
disfrutar de paltos desconocidos y ver películas B. Al llegar a cuarto año,
influenciada por amistades, decide solicitar a la Escuela de Drama de la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras, al cual es aceptada con el
agrado de su madre, porque pensaba que no iba a poder entrar ni si quiera a
Generales por esta cocinando o escribiendo, y con la pena de mi padre porque la
nena iba a ser actriz. Al entrar a esta nueva etapa utiliza sus dotes
culinarios para saciar el hambre de compañeros de estudio durante largas horas
de finales, o para bajar las borracheras de los jueves pre sociales en El
Refugio. Obtiene su primer trabajo formal como secretaria legal en un bufete de
abogados, sin tener la más mínima idea de lo que es una minuta o un sello de
Colecturía. Esta un año en él, haciendo sus almuerzo a diario ante la envidia
de su jefa que no podía ni freír un huevo, por más que Lyrsa trato de enseñarle
cuando le hacia babysitting a sus nenes. Luego de esto consigue trabajo en
Iberia, Líneas Aéreas de España, la cual la lleva a viajar a lugares solo
vistos por ella en libros y películas y a disfrutar de la cocina internacional.
Su hermano Fernando viene de vacaciones a Puerto Rico, con amistades de Etiopía
e Irán, las cuales hacen una cena y Lyrsa descubre la comida árabe y etíope, de
la cual queda fascinada. Comienza a darse cuenta que el drama es un arte
hermoso, de mucho sentimiento, pero que ella no podía con eso de pararse frente
a la gente y hablar. Aconsejada por su profesora de Historia, decide intentar
la Antropología, ya que “esto de la historia se te da bien, te gusta leer, y
pienso que serias buena”. Se cambia a la Facultad de Ciencias Sociales.
Comienza a perder peso, pues entiende que puede comer de todo sin ser una
afrentá. En su primer viaje a Madrid descubre las tapas, siendo los pinchitos
de cordero de La Cueva del Secreto, junto a la sangría, su tapa favorita.
También prueba los Kebabs del Bósforos, en la parada de Lista, Línea 4, y no le
gustan, le caen mal. Hace varias amistades en el aeropuerto que disfrutan de
las artes gastronómicas como ella, y comienza a visitar diferentes restaurantes
en la isla. Hace su primer viaje a Italia en el 2005. Visita Nápoles,
Florencia, Perugia y Roma. En Nápoles descubre que nunca debe pedir una pizza
“Sorpresa”, ya que tiene lo que el chef quiera, incluyendo berenjena, que no
come, y un pelo. También que en Italia se come: Antipasti, Primi y Secondi. En
Florencia descubre el Prefix menus para los turistas, lo cual les permite
pedir, a ella y a sus compañeros de viaje, varios platos por bajo costo y
diferentes gamas de sabores. De Perugia conoció la pizza de patatas y en Roma
que cerca de los sitios turísticos no se come, que ir a cenar a las 7 de la
noche es muy temprano, el Saltimbocca a la Romana, que la salsa carbonara lleva
huevo y el café expresso. Decide buscar una nueva oportunidad de empleo, y es
contratada en Continental Airlines. Es aquí cuando en un Acción de Gracias hace
su primer pavo para sus amigos, los cuales quedan encantados por el relleno y
las papas a la crema. Esta nueva oportunidad de empleo la lleva a diferentes
puntos de los Estados Unidos, principalmente New York, del cual se enamora
perdidamente por su gran variedad cultural, y su infinidad de opciones
gastronómicas. Es en New York que prueba por primera vez la comida hindú, la
cual rápidamente se convierte en su favorita, la cual la hace cometer la locura
de en cada viaje, regresar con comida hindú congelada. Conoce a una persona
importante en esta ciudad, que la hace regresar mensualmente a la ciudad y la
lleva por diferentes restaurantes de amplia gama gastronómica. Es seducida por
el Lychee en un restaurante tailandés, maravillada con la comida vietnamita, y
satisfecha con la pizza de $1 de la guagüita de la esquina en Hell’s Kitchen.
Luego de varios viajes y mucho pensar, decide que finalmente va a hacer lo que
le gusta, lo que siempre le ha gustado desde que tenía 7 años, a pesar de
faltarle un semestre para completar su bachillerato en Antropología y un
“minor” en Estudios del Género y la Mujer, irse a estudiar artes
culinarias. Apoyada completamente por su padre, y con el disgusto de su madre,
se matricula en la Universidad del Este, para comenzar su carrera en Artes
Culinarias. Es fanática de Top Chef, Survivor y Amazing Race, aunque no tiene
televisor en su cuarto o servicio de internet para poder verlos en la
computador. Sigue siendo apasionada por la lectura destacando a Gabriel García
Márquez, Isabel Allende, Horacio Quiroga y Charles Bukowski como sus autores
favoritos. A pesar de que le gusta el cine, ya no lo visita, pues el constante
chachareo de la gente la distrae y le molesta. Su nuevo pasatiempo es su
sobrino, queriendo regalarle una cocinita para navidad, pero era rosita, y no
quería crear caos familiar. Espera con ansías loca el momento en que el llegue
a la estufa para poder comenzar a entrenarlo. A pesar de tener una sola olla,
un sartén, una hornilla funcional y el horno, sigue reuniendo al nuevo Club
Gastronómico de La Pandilla los domingos, ahora La Convención de Lesbianas
Riopedrenses, en su casa, para disfrutar de rica comida y películas B.
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