martes, 28 de julio de 2015

Abuela Carmita y su corned beef frito con cebollas...

Todo el mundo piensa que yo me parezco mucho a mami, pero realmente a quién me parezco es abuela Carmita, la mamá de papi. Quizás no en el físico, pero estos bracitos son “pura Carmita” según mami.
Abuela era todo un personaje, como yo. Carmen María Eugenia Morales Roldán, nació un 16 de junio de 1917, en Cayey, la tierra de Wisin y Yandel, algo que le daría una vergüenza terrible. Siempre me contaba cuando venía un huracán, fenómeno atmosférico que ella adoraba, que cuando ella era pequeña y vino San Felipe, veía desde la casita de madera en que vivía, como el huracán se llevaba volando sus únicas dos muñecas de trapo. Me contaba esta historia con una fascinación, y yo solo pensaba en muñecas volando y enredándose en los árboles.
Cuando era pequeña, abuela vivía en la casa de Valencia, y era quién me cuidaba. La rutina era que papi y mami me dejaban al amanecer de Dios allí, y después al caer la tarde pasaban a buscarme. Durante la mañana, abuela me daba café, algo que era totalmente innecesario cuando uno tiene 3 años. También me daba buches de arroz crudo, para que fortaleciera los dientes. No sé de donde ella sacó esa idea loca, pero por muchos años, me echaba buches de arroz crudo en la boca porque abuela me los daba y para mí, eso era bastante normal.
Abuela jugaba conmigo a las mamás. Ella era la hija, y me decía que se quería ir a jugar a la calle e ir a la playa. Yo, aparentemente de toda la vida, le tenía miedo a la playa y al mar, y le decía que se fuera sola, pero que si se ahogaba no era mi problema.
Abuela tenía un semi pretendiente en la urbanización, Don Alberto. Don Alberto pasaba todas las mañanas a saludarla, y me daba 30 chavos para comprar dulces en Nenuco. Nenuco realmente se llamaba Aníbal, pero por alguna razón, abuela le puso Nenuco, y se quedó así. Ella como yo, o Michael Scott, siempre buscaba un sobrenombre para poder identificar a la gente. Nenuco, el Ñamecito, la Salchichita, y por ahí seguía. Don Alberto tenía un tick en el brazo después de un derrame que le dio. Yo le preguntaba a ella si Don Alberto era su novio, y me decía que si se iba a buscar un novio, se buscaba uno que pudiese con ella, y estuviese en mejores condiciones físicas. Abuela era brava!
Abuela tenía un gran parecido con Lolita Lebrón, pero era más penepé que Ferré, así que decirle que se parecía a Lolita era un insulto de gran escala. Penepé y Testigo de Jehová.
Sus frases eran “Eso está de los más cinco y diez”, “Ay madre del verbo” y “ay Jehová”.
Abuela me llevaba con ella hacer compra al Conchita, que ahora es un Plaza Loiza, ahí en la Barbosa. Ibamos con un carrito de compra de esos de viejita que ella tenía. En la ida, me llevaba dentro del carrito, pero ya a la vuelta, tenía que venir caminando. Claro, que de regreso siempre parábamos en Las Babitas a comer pollo. Las Babitas era un chinchorro que vendían cajitas de pollo con papas. Abu le decía Las Babitas porque y que las papas eran mongas y parecían babas.
Abuela comía cerdo todos los días, esa fue una de las razones para su gordura. Tenía unos brazos bien bien mulliditos, y les colgaba el chichito, que yo me pasaba jugando con él y a ella le molestaba. Yo le decía “ay abuela, es que tú tienes los bracitos tan gorditos y blanditos que a mí me gusta apretarlos y jugar con ellos” a lo que ella me decía “mira nena, yo no soy muñeca para que juegues conmigo, y menos con  mis brazos”. Ahora, que he heredado sus bracitos mulliditos, odio que me vengan a jugar con el bracito y el chichito.
La cuestión del cerdo era un problema para nosotros. En casa eran adventistas, y le tenían terminantemente prohibido darnos chuletas, jamón, tocineta, o cualquier derivado del cerdo. Pero abuela no hacía caso. Nos hacía unas chuletas fritas más buenas! Cuando mami llegaba en la tarde, me preguntaba que había comido. Siempre le decía “chuletas”, aunque fuera mentira, solo por verla ponerse histérica con que íbamos a ir al infierno.
Abuela, luego de muchos muchos años, se encontró con Angélico, que fue su primer novio según cuenta la leyenda. Le pidió matrimonio, ella dijo que si, y se casaron en la casa de Valencia. Yo tenía 4 años, y me iban a matricular en Lourdes, pero como abuela se mudaba para Cupey, me pusieron en Sagrado, con mis hermanos. Creo que fue lo mejor. Yo no me imagino siendo yo, y no haber estudiado en Sagrado.
Recuerdo la primera vez que fui a la casa de Cupey. Estaba completamente anonadada, porque Angélico, en la pared de su oficina, tenía un cuadro de una mujer vestida con un traje de luces de torero, y con una teta por fuera. Me paré frente al cuadro junto a papi, agarrándole la mano y le dije “Papi, que tu vez en el cuadro?” y me dijo “Pues mama, yo estoy viendo el traje de la torera”. Yo le contesté bien segura “Pues yo le estoy viendo la teta. Tu no la vez? Por qué Angélico tiene una mujer con la teta por fuera en su oficina?” Papi como siempre, no supo que responder, y le pegó un grito a mami. Cada vez que iba a la casa de Cupey, tenía que ir a la oficina y mirar el cuadro.  
Ahora que abuela era una señora casada, todo cambiaba. Ya no me quedaba tanto con ella, así que cuando lo hacía eran los mejores wikenes del mundo. Me llevaban a Buchannan hacer compra los sábados, porque Angélico fue mayor del ejército. Después de hacer compra, me llevaban a Toyland, a comprar Barbies. Yo quería Hot Wheels, pero abuela no tranzaba. Si no eran Barbies, muñecas, pero nunca carritos. Eso era de mari-macha. También me llevaban a comer al Ballroom.
Abuela me hacía darle sobos con alcoholado en los tobillos, y me dejaba peinarla. También me hacía la corned beef más rica del mundo. Ella le ponía un poco de aceita al sartén, le echaba cebollitas y sofreía la carne. No le echaba salsa, ni papitas, ni vegetales. La carne pelá, con cebollitas. No suena apetecible, pero a mí me encantaba. Con arroz pegao’. Después que murió, nunca más he podido comer corned beef, ni haciéndola como ella.
Abuela me regaló de navidad una muñeca negra. Le pusimos Bizcochita. Abuela me dio un bofetón cuando yo tenía como 10 años, porque no me quería bañar, me quería quedar jugando con los nenes y los Hot Wheels que me había prestado. Me dijo que eso estaba feo, y yo le dije que no. Y que no me iba a bañar na’.  No se me olvida ese bofetón. 23 años después, sigo sobándome el cachete.
Abuela no quería que yo jugara con Mariví, porque jugábamos basketball y pensaba que “la hija del cubano” era mala influencia, sin entender que era yo. También cuando pasaba mucho tiempo que no la llamaba, cuando hablábamos me decía “Muchacha, tanto tiempo! Como te fue en tu viaje por el África?” Abuela era bold, loud y su sentido del humor era tan negro o más que el mío.
Abuela tuvo problemas con la rodilla. El sobrepeso fue devastador para ellas. La operaron, pero no pudo recuperarse bien. De ahí surgieron miles de complicaciones. El fin de semana que murió, yo me quedé en casa de una amiga porque había un party, y no pensaba que jamás la iba a volver a ver. Ese lunes me llamaron a casa, a decirme la noticia. Estaba sola. No sabía qué hacer. Lloré, sola, y bastante. Pude haberla ido a ver, pero el party pudo más. Durante todo el velatorio me mantuve fuera de la capilla, con la excusa de que estaba velando a los primos más pequeños. Pero simplemente no quería verla ahí. Cuando salimos al cementerio, internalicé que that was it, porque a mi primo Abel le dio un ataque, de lo que hoy entiendo que fue de pánico, y la realidad me dio. Que ya no la iba a ver más. Comencé a llorar. No paré hasta llegar al cementerio. No me bajé del carro. Nunca he ido a la tumba.

Después de unos meses, encontré un baúl en el cuarto de los tereques en casa. Le pregunté a mami que era. Las cosas de tu abuela. Las vamos a repartir en unas semanas. Esa tarde papi y mami salieron hacer cosas. Estaba sola. Era el momento de abrir el baúl y ver que había ahí. Encontré documentos, fotos, sus abanicos, prendedores, sortijas (incluyendo la que me había prometido. Su sortija de graduación. Era su orgullo, porque después de adulta había vuelto a la escuela y se había logrado graduar. Yo le había dicho toda la vida que quería esa sortija, y me dijo que no me la podía dar porque tenía los dedos tan gorditos, que la sortija no salía. Cuando entró al hospital rebajó mucho, y la sortija pudo ser liberada) y una cartera de guardar gafas. Abuela siempre tuvo gafas fabulosas. Me encantaba ponérmelas con los collares de perlas que tenía en el joyero en forma de pagoda que yo heredé. Abrí esa cartera de gafas, pero no había gafas. En cambio, había dos bollitos de papel de servilleta. Los abrí poco a poco, pensando que eran unas pantallas valiosas y que había que tratarlas con cuidado, o algo que requería cuidado por todas las capa de papel que lo envolvían. Cuando por fin llegué a la última servilleta, descubrí que no eran prendas, ni nada parecido. Era la caja de dientes de abuela. Di un grito salvaje del susto. No porque había encontrado una caja de dientes, sino porque nunca me pasó por la mente que abuela usara cajas. Nunca la vi quitarse la caja de dientes, ni ponérsela, ni lavarlas. Aunque si había visto las de Angélico. Esa fue la última broma que me gastó abuela, desde el más allá. 

Ya no recuerdo su voz, pero si sus chistes. De vez en cuando yo le digo a la gente, que se ven "de los mas 5 y 10", pero nadie entiende. 


Abuela y yo, una navidad en casa de tio Frank. 
Con sus collares, los espejuelotes y su sortija de graduación.
Aún conservo ese abrguito que tengo en la foto. Cuando lo veo, recuerdo a abuela.  

Autobiografía (2011)

Lyrsa María nace en Santurce en el 1981. Es la tercera de sus hermanos, siendo la única niña y con una diferencia de 9 y 13 años entre ellos. Creció entre adultos, libros, la locura culinaria de su padre, los regaños constantes de su madre, y las artes. Comenzó a hacer sus pininos culinarios a los 7 años, tratando de hacer unos pancakes de desayuno, que a pesar de que se le quemaron, su padre se los comió con mucho halago. A partir de ese momento nació una curiosidad por lo que ocurría en ese pasillo largo de la casa, y decidió salir muy pocas veces de él, y las que lo hizo, no daba pie con bola. A los 11 años ya cocinaba para la familia, y adquirió el derecho de quedarse sola el verano en casa, así evitando los malos almuerzos de los campamentos de verano. A esta edad comenzó a engordar, porque todo lo que hacía se lo quería comer, pero era una gordita feliz. A los 13 años ingresa a las Niñas Escuchas, que la lleva a descubrir cómo hacer un desayuno en una lata de galletas Export Soda y bistec. Durante su adolescencia se dedicó a inventar, tanto en la cocina, como en el arte y la literatura. Ya en la escuela superior hacia pequeñas cenas para sus compañeros de clases, lo cual creó el Club Gastronómico de La Pandilla, que se reunía en Hato Rey, en el apartamento de su mejor amiga Verónica, para disfrutar de paltos desconocidos y ver películas B. Al llegar a cuarto año, influenciada por amistades, decide solicitar a la Escuela de Drama de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras, al cual es aceptada con el agrado de su madre, porque pensaba que no iba a poder entrar ni si quiera a Generales por esta cocinando o escribiendo, y con la pena de mi padre porque la nena iba a ser actriz. Al entrar a esta nueva etapa utiliza sus dotes culinarios para saciar el hambre de compañeros de estudio durante largas horas de finales, o para bajar las borracheras de los jueves pre sociales en El Refugio. Obtiene su primer trabajo formal como secretaria legal en un bufete de abogados, sin tener la más mínima idea de lo que es una minuta o un sello de Colecturía. Esta un año en él, haciendo sus almuerzo a diario ante la envidia de su jefa que no podía ni freír un huevo, por más que Lyrsa trato de enseñarle cuando le hacia babysitting a sus nenes. Luego de esto consigue trabajo en Iberia, Líneas Aéreas de España, la cual la lleva a viajar a lugares solo vistos por ella en libros y películas y a disfrutar de la cocina internacional. Su hermano Fernando viene de vacaciones a Puerto Rico, con amistades de Etiopía e Irán, las cuales hacen una cena y Lyrsa descubre la comida árabe y etíope, de la cual queda fascinada. Comienza a darse cuenta que el drama es un arte hermoso, de mucho sentimiento, pero que ella no podía con eso de pararse frente a la gente y hablar. Aconsejada por su profesora de Historia, decide intentar la Antropología, ya que “esto de la historia se te da bien, te gusta leer, y pienso que serias buena”. Se cambia a la Facultad de Ciencias Sociales. Comienza a perder peso, pues entiende que puede comer de todo sin ser una afrentá. En su primer viaje a Madrid descubre las tapas, siendo los pinchitos de cordero de La Cueva del Secreto, junto a la sangría, su tapa favorita. También prueba los Kebabs del Bósforos, en la parada de Lista, Línea 4, y no le gustan, le caen mal. Hace varias amistades en el aeropuerto que disfrutan de las artes gastronómicas como ella, y comienza a visitar diferentes restaurantes en la isla. Hace su primer viaje a Italia en el 2005. Visita Nápoles, Florencia, Perugia y Roma. En Nápoles descubre que nunca debe pedir una pizza “Sorpresa”, ya que tiene lo que el chef quiera, incluyendo berenjena, que no come, y un pelo. También que en Italia se come: Antipasti, Primi y Secondi. En Florencia descubre el Prefix menus para los turistas, lo cual les permite pedir, a ella y a sus compañeros de viaje, varios platos por bajo costo y diferentes gamas de sabores. De Perugia conoció la pizza de patatas y en Roma que cerca de los sitios turísticos no se come, que ir a cenar a las 7 de la noche es muy temprano, el Saltimbocca a la Romana, que la salsa carbonara lleva huevo y el café expresso. Decide buscar una nueva oportunidad de empleo, y es contratada en Continental Airlines. Es aquí cuando en un Acción de Gracias hace su primer pavo para sus amigos, los cuales quedan encantados por el relleno y las papas a la crema. Esta nueva oportunidad de empleo la lleva a diferentes puntos de los Estados Unidos, principalmente New York, del cual se enamora perdidamente por su gran variedad cultural, y su infinidad de opciones gastronómicas. Es en New York que prueba por primera vez la comida hindú, la cual rápidamente se convierte en su favorita, la cual la hace cometer la locura de en cada viaje, regresar con comida hindú congelada. Conoce a una persona importante en esta ciudad, que la hace regresar mensualmente a la ciudad y la lleva por diferentes restaurantes de amplia gama gastronómica. Es seducida por el Lychee en un restaurante tailandés, maravillada con la comida vietnamita, y satisfecha con la pizza de $1 de la guagüita de la esquina en Hell’s Kitchen. Luego de varios viajes y mucho pensar, decide que finalmente va a hacer lo que le gusta, lo que siempre le ha gustado desde que tenía 7 años, a pesar de faltarle un semestre para completar su bachillerato en Antropología y un “minor” en  Estudios del Género y la Mujer, irse a estudiar artes culinarias. Apoyada completamente por su padre, y con el disgusto de su madre, se matricula en la Universidad del Este, para comenzar su carrera en Artes Culinarias. Es fanática de Top Chef, Survivor y Amazing Race, aunque no tiene televisor en su cuarto o servicio de internet para poder verlos en la computador. Sigue siendo apasionada por la lectura destacando a Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Horacio Quiroga y Charles Bukowski como sus autores favoritos. A pesar de que le gusta el cine, ya no lo visita, pues el constante chachareo de  la gente la distrae y le molesta. Su nuevo pasatiempo es su sobrino, queriendo regalarle una cocinita para navidad, pero era rosita, y no quería crear caos familiar. Espera con ansías loca el momento en que el llegue a la estufa para poder comenzar a entrenarlo. A pesar de tener una sola olla, un sartén, una hornilla funcional y el horno, sigue reuniendo al nuevo Club Gastronómico de La Pandilla los domingos, ahora La Convención de Lesbianas Riopedrenses, en su casa, para disfrutar de rica comida y películas B.

viernes, 24 de julio de 2015

Mi hermano mayor

Mi hermano mayor, Ferdinand, me lleva 13 años. En casa le decimo Ferdin, pero cuando yo era un poco más pequeña, le decía Fechín, porque no podía pronunciar su nombre. Ferdin y yo, según mami, somos iguales, y por eso peleamos mucho. Ferdin y yo peleamos cada vez que el viene de visita, o yo voy a verlo, pero es mi hermano, y estoy obligada a amarlo aunque pensemos diferente. Cuando yo estaba en Kinder, ya Ferdin se iba a graduar de cuarto año. Así que mi grupo de jangueo eran sus amigos. Digamos que yo era la mascota del grupo. Ferdin siempre fue rockero, de corte semi-metálico y cocolo. Era algo bastante raro. Ferdin me enseño a imitar a Gene Simmons, pero también a Super Moncho. Lo mismo te cantaba una canción de Kiss, que una de Maelo. Ferdin tenía un Volky, del modelo Beetle, setentoso. Y cada cierto tiempo el pintaba el carro, porque le gustaba la hojalatería. Así que su Volky de momento podía se vino con flamas de fuego gris, y los meses podía estar gris completo. Ferdin tenía una banda, que tocaba los sábados en Lupis. Practicaban los viernes en la marquesina de casa. Todo el mundo me conocía por “la hermana del de la banda”. Se había dejado el pelo largo y se había hecho una pantalla. Tenía un parecidito a Adam Sandler en Wedding Singer. Ferdin era un lady killer, y siempre estaba enjevao’. Ferdin tuvo una novia que se llamaba Aracelis. Aracelis me caía bien, mayormente porque tenía unas boobs enormes, y me preguntaba que Ferdin hacía con todo eso. Asumo que disfrutando. Ferdin me pegó la manía de escuchar AM. Desde que se mudó a la casa de Valencia (que aclaro, TODOS mis primos vivieron en la casa de Valencia, menos Fernando y yo. El día que papi y mis tíos decidieron venderla yo sufrí un ataque de tristeza que nunca comuniqué. Yo siempre quise llegar a grande para poder mudarme a la casa de Valencia. Aún hoy día, después de tantos años, imagino como hubiese decorado la casa. Esa fue la casa de abuela Carmela, donde todos crecimos. Yo usé todos mis trucos para que no la vendieran, incluso sugerí que la rentaran como hospedaje porque está al ladito de la UPR, pero no. Se empeñaron en venderla. He pasado varias veces, y está totalmente descuidada. Me da una pena profunda. Las pocas veces que paso, me veo chiquita, corriendo por el frente de la casa, trepándome en la reja donde se supone que hubiese un aire acondicionado, o corriendo a casa de madrina, que vivía al lado) tuvo la manía de escuchar Radio Reloj. Por las noches, cuando mami me dejaba irme de sleepover a la casa de Valencia, escuchábamos Contacto 13, ahora Contacto Noti-uno, para dormir. Ferdin tuvo una Harley, y le hacía lo mismo que al Volky con la pintura. Mami no dejaba que él me montara en la Harley, así que aprovechábamos cuando ella tomaba siestas, para dar vueltitas a la manzana. Ferdin tuvo un Mirage, porque en ese momento no era un caco-car, pero no le duro ni 3 meses. Se lo roban y lo encontraron a la semana, por La Colectora, desmantelado. Ferdin era medio galán. Tuvo una novia de Ponce, que fue la novia más linda que le conocí. De vez en cuando él me llevaba de sleepover a Ponce. Siempre peleábamos porque él quería ir a El Triángulo a comer, y yo quería Burger King. Curioso, que casi 20 años después de eso, yo también tuve una novia de Ponce, y fuimos a comer a El Triángulo. Ella nunca lo supo, pero le dije de ir ahí porque tenía un lazo afectivo con ese lugar, y quería recordar. Ferdin fue el primero que verbalizó mi homosexualidad. Vio que le había pegado un sello de arco iris al control de mi televisor. Entró contrariado a mi cuarto, y me preguntó que si yo sabía que era eso. Yo me hice la pendeja, porque en ese momento era más fácil escapar de cierta realidades con un simple no. Me dijo que eso era cosa de patas, y que si no era pata y no quería que me asociaran como una, que botara el sello ese. Lo saqué, y lo puse en el mueble del televisor, debajo, donde nadie lo veía. Pero no lo boté. Ferdin me llevo a mi primer party de “viernes social” cuando estaba en cuarto año. Yo era bien sanana, y me dijo “que tú haces si te ofrecen un trago?” Yo le dije “pues decir que no!” Ferdin me dijo “nena no, les dices que sí. Pero solo te vas a dar uno”.  Y así fue. Me ofrecieron un fancy “Licor 43 con leche” a lo cual yo dije que sí. Creo que como yo dije que sí, mis amigas, igual de sananas que yo, dijeron sí. Esa noche muchos se dieron más de uno, y terminaron tirándose por la jalda de casa de Vanessa, y bañándose en la manguera. Ferdin me fue a buscar. Me quedaba de sleepover en la casa de Valencia. Ya en la casa, escuchando Noti-uno, me pregunto si me habían ofrecido un trago. Le dije que sí, y que había dicho que sí. Después me dijo que en los partys, podía darme un trago, quizás dos. Pero que no pasara de eso, porque después los nenes me iban a querer tocar, y él les iba tener que ir a dar, y eso era muy complicado por la edad, y que él no quería ir preso, y que no le dijera a mami que él me había dicho que bebiera. Después cuando salíamos, siempre me pedía un “Licor 43 con leche”. Ferdin me regaló mi primera copia de ¡00 años de Soledad, era su obra favorita, y yo tenía que leerla para la escuela. Después de leerla, se convirtió en mi obra literaria favorita también. Ferdin estudió muchas cosas, como yo, pero terminó estudiando Sicología, y una maestría en Trabajo Social.  De momento, Ferdin consiguió un trabajo, y se mudó para Alabama. Ferdin ya solo venía en verano y navidad, y siempre estaba con sus panas. Ferdin me dijo que si no me gustaba la universidad, que me quitara. Que hiciera un curso corto en algo que me gustara y ya. Que la universidad no era para todo el mundo. Años después, fue a mi primera graduación universitaria. Estuvo jodiendo todo el rato. Me explotó la batería del celular mandándome mensajes de que tenía hambre. Que quería ir al Hamburguer y darse una cerveza. Ferdin me regaló mi primer pote de azafrán. El pobre infarta cuando pagó 35 pesos por 2 gramos de azafrán. Ferdin me llevaba a Six Flags cuando iba a visitarlo, escondido de la mujer. Le decía que íbamos para Atlanta, al mercado internacional a comprar especias y cosas para mi universidad, pero realmente nos íbamos al parque. Compraba las taquillas con cupones de Coca Cola para que nos salieran baratas, y solo íbamos como a 6 montañas rusas, pero a las mejores. Nuestra favorita es la de madera, porque parece que se va a caer todo el tiempo, y nos recuerda a National Lampoon’s Vacation. La última vez me hizo push out mis boobs, para que el tipo nos dejara usar el fast pass line sin tenerlo porque ya tocaba virar a Alabama, y él quería montarse en la de Superman. Ferdin se casó (y se divorció), y me dio dos sobrinos hermosos. Cuando el mayor iba a nacer, estaba pasando por una ruptura amorosa, y le dije que si de casualidad era nena, no le pusiera ********* porque eso era nombre de cabrona. Me dijo que no me preocupara. Antes que naciera, le tenía celitos, algo muy idiota yo teniendo 27 años. La primera vez que lo cargue, le pedí perdón. Y le dije que siempre lo iba amar por sobre todas las cosas, incluso mami, papi o mujer alguna. Y que siempre iba a tener chicle y dulces. El pequeño es más conchú que el otro, y siempre tengo que acordarle que soy su única tía, y que está obligado por ley de vida a amarme sobre todas las cosas, después de papá, Elo y Ela (papi y mami, abuelo, abuela…you guys get it). Que cuando tenga 16 años y su papá lo bote de la casa, yo soy la que va a tener que bregar con el tostón, y que si no me ama, no lo ayudo. A él le da lo mismo toda esta explicación, igual no me da besos, ni abrazos, ni me dice que me quiere. En cambio, es loco con que me lo trepe a caballito y lo salude con el puñito. Ferdin es un don papá, y se desvive por sus muchachos. Ferdin me llevó de regalo de cumpleaño a la pista de Talladega. Me dijo que me montara en el carro, que me tenía una sorpresa. Después de dos horas en el carro, estaba histérica, y le dije que virara, que no sabía cuál era el puto regalo, pero estaba harta de estar en el carro, que tenía hambre y qué mejor de regalo me llevara a Waffle House. Me tuvo que decir a dónde íbamos. Ha sido de los mejores regalos sorpresa del mundo. Ferdin me lleva a desayunar a Waffle House cuando lo visito. Siempre pedimos un Ribeye medium con huevos fritos sunny side up. Él café y yo Coca Cola. Desayuno de campeones. Ferdin llegó antier, y ese día tuvimos una peleíta, quizás es porque nos parecemos. Yo lo amo, pero no porque estoy obligada. Quizás es que nos parecemos.  


Estos somos Ferdin y yo, en Talladega. Cuano yo tenía guille de Zsa Zsa Gabor, y el de Tiburón.