miércoles, 1 de junio de 2016

La vecina

Hay una vecina en el área donde vivo que es un poco extraña. Desde hace poco, ocupa el apartamento de la esquina, con otra chica más o menos de su edad, pero un poco más delgada. La vecina se levanta temprano y mueve su carro de forma horizontal a su ventana, porque los papás de los niños del colegio de la esquina la levantan cuando, indebidamente, estacionan al lado de la misma y tiran las puertas de los carros mientras hablan sin parar: “Andrea Sofía, dejaste la lonchera dentro del carro” “Mira nene, te he dicho que no comas galletas en la guagua que me la ensucias”. Seguramente si hubiese sabido ese detalle, no se mudaba.

La vecina ha tenido problemas con el apartamento desde que llegó. La primera noche por poco la prende en fuego cuando la estufa tuvo un corto circuito mientras cocinaba. Se puso a gritar como loca, y al usar el extintor por poco se asfixia, pero logró controlar la situación, y eso que estudia “cocina”. La noche siguiente, para su pesar, estaba sola en el apartamento. La compañera de piso había salido a darse unas Medallitas con unos amigos en común, pero ella decidió quedarse. Justo antes de irse a dormir, hubo un tiroteo justo en la esquina, y eso, que se había mudado al “área buena de Rio Piedras”. Como no estaba acostumbrada a ese tipo de eventos, prendió la luz y se asomó a la ventana. Luego pensó que quizás la habían visto los del tiroteo, y la iban a matar por presentá. Estuvo una semana sin dormir. Hace como dos semanas, sin aparente razón, el fregadero explotó y el apartamento se le inundó. La vieron toda la noche exprimiendo toallas en el balcón y diciendo “Pero si a mí lo que me gustó fue el closet y la loza del piso”. Tan to lío por un "casi walk-in closet”.

Hace unos días la vecina llegó con un gato negro de ojos anaranjados, al que llama Maquiavelo. Aparenta ser su primer gato. Dice que en su casa siempre hubo perros, pero ella siempre quiso un gato y lo estaba intentando, pero la transición no ha sido fácil. El gato no la deja dormir. Dice que tiene como un motor por dentro prendido que nunca se apaga, y que se le acuesta en el cuello on el cabeza, y entre el calor y el ruido no sabe que hacer. Le acuerda a las turbinas de los aviones cuando trabajaba en el aeropuerto. Con todo y eso, la vecina aparenta estar loca con el gato. Tan loca, que lo saca a pasear con cadena, como si fuese un perro. Costumbre perruna pudiésemos decir.


Aparentaría que estoy pendiente a la vecina nueva, pero no. Lo que pasa es que la vecina nueva soy yo, y seguramente esto es lo que piensa la vecina del frente, que trabaja en las noches y también tiene un gato.    

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