sábado, 18 de junio de 2016

A Papi: Sobre Papi

Papi, con mi hermano menor Manix. 1993



Este es Papi, Pá, Felo, Ferdinand, Don Fernando, Torres, Don Felo, Hermano Ferdinand, Don Lyrso o Don Papá de Lyrsa. Papi fue el que me enseñó a cambiar las gomas del carro, hacer el cambio de aceite y filtro, el distinguir el ruido de la polea, de las botellas, a echarle coolant al carro y que cada cierto tiempo tengo que echarle Coca Cola a los polos de la batería para que no se dañen. 

Papi de chiquita me dejaba comerme el batter del pan de maíz o de los bizcochos, sin impórtale que tenía huevo crudo y podía darme salmonela. Papi me dejó perder en Plaza un sábado antes de las madres cuando tenía 4 años, y mami por poco lo mata, aunque aparecí 2 horas después sentada en Kress dando chiste con las empleadas. Cuando tenía 5 años quería ser como papi, así que cogí la navaja y me afeite “el bigote” y me rajé la cara, después no sabía dónde meterme. También veía Cagney and Lacey con él, y me ponía sus calzoncillos. 

Papi me enseño hacer pancakes a los 6-7 años, y jamás volví a salir de la cocina. Papi es un místico para comer, y nada le gusta, a menos que se lo de yo a probar. Papi es loco con mis chuletas a la jardinera. Papi ama el arroz con salchicha, que yo tanto detesto. Papi me enseñó a hacer BBQ, aunque nunca me queda como a él, y a mitad de camino, muchas veces se me apaga el carbón. 

Cuando era chiquita, papi me llevaba a pescar al muelle que está en el Paseo la Princesa, que en verdad lo que pescaba eran latas y basura, pero pasábamos un ratito nice él y yo. Claro eso implicaba que me iba a llevar a comer los hamburgers de “Morovis” que a mí no me gustaban porque usaba pan de sobao y en mi pequeño mundo eso no hacía sentido.

Papi me trató de enseñar matemáticas, pero fue un fracaso, peleábamos más de lo que aprendía. Papi también me llevaba mucho a Felicilandia y después a comer chinos en Star Cream. En los veranos, me llevaba con él a Buchannan (su trabajo) y me hacía hot dogs con kétchup de desayuno, me compraba Texas Fries en Los Changuitos de almuerzo y después me dejaba en la bolera con $20 para que pasara la tarde en lo que él salía. 

Papi todos los wikenes hacía maratones de películas que alquilaba en el video de la calle de más abajo, y nunca podía falta Vacations. Papi era fan de Porcel, pero no me dejaban ver las películas porque salían mujeres esnúas (claro, yo me sentaba en el piso y le decía que me iba a tapar los ojos cuando salieran las mujeres en tetas, pero eran mentiras, la veía haciendo trampa). También era fan de Cantinflas y Tintan. Papi es un musicólogo, y en casa siempre hubo desde pianos hasta timbales. No hay instrumento musical que él no le meta el swing. 

Papi me ha dado 3 veces en la vida, y ninguna de esas pelas se me ha olvidado. Papi quiere que me deje de hacer garabatos en la piel y rotos innecesarios. Dice que no voy a conseguir trabajo, siempre le tengo que recordar que tengo trabajo desde los 16 y nunca he estado desempleada. Papi es un coqueto, y en eso salí a él. Papi siempre anda buscando especiales y descuentos, y se pasa regateando los precios, aunque al final pague full price. 

Papi me llevó 3 veces a Disney, aunque claramente recuerdo las últimas dos. Esto porque se dedicó hacer sándwiches para no comprarnos comida en los parques y yo andaba con un backpack lleno de comida que a media mañana estaban machucadas e incomibles. Igual nos la teníamos que comer. Un día en Universal le dije que estaba harta de los sándwiches, que yo quería comerme algo en el parque y que no iba a comer si era del bultito. Me compró un hamburger, y era como un salad bar y le dije que solo le echara kétchup. Por poco me da un bofetón y me dijo que había pagado $15 por el y que le iba a echar hasta la madre de los tomates. El terminó comiéndoselo porque yo no podía más. 

Papi me iba a arreglar cada despingue que se formaba en el apartamento, aunque par de veces despingó más las cosas. 

Papi es un viajero stand by frecuente, pero cada vez que viaja hay que explicarle el proceso una y otra vez. A papi lo he escuchado llorar una vez, cuando una idiota en Newark lo insultó por ser standy y decía que andaba molestando por el asiento, lo cual dudo mucho. Me llamó llorando. Me dieron ganas de montarme en un avión y darle 3 galletas a la tipa. Papi está maravillado porque en Jetblue le dan la lata de refresco completa y en Delta y Southwest no. 

Papi no me presta su carry on, su maleta, su computadora, su cámara o su carro, porque dice que yo los voy a romper. Papi me sacó una American Express cuando entré a la UPR, que la maxié yendo a Sizzler con Raúl y Tuto y comprando libros en Borders. Me la picó en cantitos, pero me enseñó a tenerle terror a las tarjetas de crédito y las que tengo las uso cuidadosamente. 

Papi dice que yo no se guiar, pero esta foto demuestra a quién salí en eso. Hasta Amaranta 
tiene cara de terror.


Papi me dio 2 carros antes de comprar el Yaris. Los dos los esbaraté de las paletas que le di y por no cuidarlos (claro, hay que contar que mi primer carro tenía ya 15 de uso). Cuando fui a comprar mi primer carro, quería un hatchback, pero él pensó que no era segura “porque tu guías como los locos” y aunque yo solo había ahorrado para el hatchback, el me completó para el 4 puertas que aún tengo. Las pocas veces que he chocado, llega a la escena como demente pensando que he sido yo la culpable, y después de barrer conmigo, se da cuenta que no es mi culpa y va a pelear con el otro. 

Papi se cayó del techo hace 26 años un 31 de diciembre, y por poco se muere. Papi pelea por todo, y siempre usa el dedo como muletilla para sentirse no sé, con poder. Yo en verdad lo que hago es vacilármelo cuando saca el índice y empieza a moverlo como demente. 

Papi a ciencia cierta no sabe que soy lesbiana, pero creo que se lo imagina por la cantidad de amigas cuestionables que tengo, pero jamás ha sido grosero y mal educado con ellas, al contrario. Se sorprende cuando me pongo maquillaje, o me pinto las uñas, como ayer. Papi siempre me dice “la nena” y cuando le preguntan mi nombre hasta se le olvida de momento. Cuando era chiquita, bueno hasta hace unos años me cantaba “Esta nenita de papá…que está pesaita”. 

Papi todas las mañanas, me abre la puerta del cuarto, me apaga el televisor y saca a Maquiavelo y Amaranta, les da comida y juega con ellos un ratito, aunque se pone histérico cuando Amaranta agarra una paloma. 

Ayer Papi me dio como 4 páginas con diferentes apartamentos, todos pet friendly, “para que empieces a llamar, y no lo dejes para lo último como haces con todo”. 

Hace poco estaba leyendo unas evaluaciones que me hicieron en diferentes años de mi vida escolar. El factor común en todas era: A pesar de que no se identificaron conflictos significativos hacia la figura paterna, Lyrsa expresa necesidad de que éste se identifique más con ésta. La niña lo percibe como punitivo y poco accesible. Desde el día que leí esas pruebas, me puse a pensar que muchas veces he sido injusta con Papi, y que realmente su personalidad y la mía son bastante parecidas. Somos graciosos, inteligentes, coquetos, bastante territoriales con nuestras cosas. Cuando hacemos un trabajo, queremos que sea perfecto. Nos encanta el chiste y el relajo, en especial el humor negro. 

Yo no sé qué voy hacer en Boston sola sin Papi. Porque la clara es que Papi, a pesar de ser sumamente estricto, siempre me ha tongoniado con lo que yo quiera, aunque Mami diga que no. Siempre se ha ido por encima de ella para complacerme porque soy “la nena”. Y esto causa muchos conflictos porque mami dice que ella queda “Como la villana de la película”. Y al final viene siendo cierto eso de que “las nenas son de Papá”. 

También he pensado mucho estos últimos meses que Papi ya está vieji, tiene 73 años. Le está saliendo los achaques y manías de viejito. Se le olvidan par de cosas, va mucho más al médico y me preocupa. Yo no quiero que Papi se muera nunca, porque yo no sé qué voy hacer sin Papi. Que nos vamos hacer los 4 y la trullita en miniatura sin Papi, pero es la primera vez que verbalizo, o mejor dicho, escribo esto.

Papi, gracias por el amor, a tu extraña y jocosa manera. Gracias por soportar mis arranques de locura y apoyarme en mis decisiones absurdas y no tan absurdas. Te amo.


Estos somos Papi y yo en la Regata Colón 1992. Yo siempre pensé que Papi era alto, pero no, es que yo era chiquita.



miércoles, 1 de junio de 2016

La vecina

Hay una vecina en el área donde vivo que es un poco extraña. Desde hace poco, ocupa el apartamento de la esquina, con otra chica más o menos de su edad, pero un poco más delgada. La vecina se levanta temprano y mueve su carro de forma horizontal a su ventana, porque los papás de los niños del colegio de la esquina la levantan cuando, indebidamente, estacionan al lado de la misma y tiran las puertas de los carros mientras hablan sin parar: “Andrea Sofía, dejaste la lonchera dentro del carro” “Mira nene, te he dicho que no comas galletas en la guagua que me la ensucias”. Seguramente si hubiese sabido ese detalle, no se mudaba.

La vecina ha tenido problemas con el apartamento desde que llegó. La primera noche por poco la prende en fuego cuando la estufa tuvo un corto circuito mientras cocinaba. Se puso a gritar como loca, y al usar el extintor por poco se asfixia, pero logró controlar la situación, y eso que estudia “cocina”. La noche siguiente, para su pesar, estaba sola en el apartamento. La compañera de piso había salido a darse unas Medallitas con unos amigos en común, pero ella decidió quedarse. Justo antes de irse a dormir, hubo un tiroteo justo en la esquina, y eso, que se había mudado al “área buena de Rio Piedras”. Como no estaba acostumbrada a ese tipo de eventos, prendió la luz y se asomó a la ventana. Luego pensó que quizás la habían visto los del tiroteo, y la iban a matar por presentá. Estuvo una semana sin dormir. Hace como dos semanas, sin aparente razón, el fregadero explotó y el apartamento se le inundó. La vieron toda la noche exprimiendo toallas en el balcón y diciendo “Pero si a mí lo que me gustó fue el closet y la loza del piso”. Tan to lío por un "casi walk-in closet”.

Hace unos días la vecina llegó con un gato negro de ojos anaranjados, al que llama Maquiavelo. Aparenta ser su primer gato. Dice que en su casa siempre hubo perros, pero ella siempre quiso un gato y lo estaba intentando, pero la transición no ha sido fácil. El gato no la deja dormir. Dice que tiene como un motor por dentro prendido que nunca se apaga, y que se le acuesta en el cuello on el cabeza, y entre el calor y el ruido no sabe que hacer. Le acuerda a las turbinas de los aviones cuando trabajaba en el aeropuerto. Con todo y eso, la vecina aparenta estar loca con el gato. Tan loca, que lo saca a pasear con cadena, como si fuese un perro. Costumbre perruna pudiésemos decir.


Aparentaría que estoy pendiente a la vecina nueva, pero no. Lo que pasa es que la vecina nueva soy yo, y seguramente esto es lo que piensa la vecina del frente, que trabaja en las noches y también tiene un gato.    

jueves, 28 de abril de 2016

La Semana Santa

La Semana Santa en casa era sagrada, evidentemente. Esa semana, se iba a la iglesia todos los días. El Domingo de Ramos había que estar tempranito “pa’ agarrar el primer banco”. Después salíamos almorzar en Wendy’s, cuando tenía salad bar. Desde ese domingo por la noche, mami nos tenía viendo películas religiosas. “La vida de Jesús de Nazaret” “La vida de María Magdalena” “La Pasión de Cristo” “Ben Hur” y “Los diez Mandamientos” eran regular features todos los años. Las últimas dos porque salía Charlton Heston, y ese era el novio de mami hasta que salió con eso de apoyo a las armas de fuego y mami lo dejó, pero nos amanecíamos viendo películas. Era cuando único podíamos estar despiertos hasta la madrugada en todo el año legalmente. Los miércoles mami nos mandaba a barrer, mapear la casa y recoger los cuartos y el baño porque “ya mañana no se puede hacer nada hasta el sábado”. Ella estaba ese día en la cocina mondando viandas y desalando el bacalao para que no le saliera Jesús llorando sangre. El jueves había que ir al servicio a tomar la Santa Cena y para que el pastor nos lavara los pies. A mí nunca me lavaron los pies, porque era una nena, pero ya de grande tampoco porque lo quitaron. Ya el viernes había que ir a las 8am a la iglesia para el sermón de todos los años “Las 7 palabras”. Ese día era insufrible porque el sermón duraba como 2 horas. El pastor iba frase por frase, porque son frases y no palabras. Salíamos al mediodía, pa’ casa, porque las 3 de la tarde no te podían coger en la calle “A esa hora mataron a Jesús y después de las 3 no se puede hacer nada hasta el sábado”. A las 3 de la tarde, a mí me entraba el morbo y le empezaba a gritar a mami “lo mataron! Lo mataron!” pero no con este flow de pena, sino con eso con morbo. Aún después de grande, los viernes santos veo el reloj a las 3 y pienso “lo mataron…” con menos morbo, pero siempre me acuerdo. 

Ya el sábado la vida volvía a la normalidad mami nos volvía a poner a limpiar la casa. Ella usualmente hacía bisté o chuletas. Y papi ponía z93 a to’ jendel. Los anuncios del “Saaaabado de Gloria en el Palledium!!!” no paraban. Eso es otro recuerdo permanente en mi cabeza, porque siempre quise ir a los “Saaaaabado de Gloria” en el Palledium. El anuncio era tan vibrante, que yo necesitaba saber qué clase de parisongo era ese. Ya en la noche podíamos ver películas del mundo, pero hasta las 8 porque el domingo se madrugaba.
El domingo de la Pascua de Resurrección, mami me ponía un traje bien colorido, con un sobrero y cartera. Yo odiaba los sombreros y las carteras, y al final del sermón, ella salía con los dos enganchaos porque yo me los había quitado en medio del sermón. Había que estar a las 5:30am, porque ese día el sermón era a las 6, por eso de que las mujeres visitaron la tumba al amanecer y Cristo ya no estaba, había resucitado. La iglesia a la que íbamos en ese momento en Villa Carolina, tenía un montón de árboles. Era bien bonito llegar al amanecer y escuchar los pajaritos en un pariseo de canto. Mami decía que estaban contentos porque era Pascua de Resurrección.  Ese día era pesado levantarse, pero al final te daban desayuno, y esa era mi real motivación de ir a la iglesia ese domingo. Porque siendo honesta, a mi ir a la iglesia nunca me gusto, aunque lo estuve haciendo por 21 años: martes, viernes y domingos. Sí, porque muchos se creen que yo porque pienso como pienso hoy, no sé lo que es ir a la iglesia, o conocer las escrituras. Yo fui maestra de escuela bíblica en la iglesia de Villa Carolina, dirigía el culto ya a los 13 años, llegué a predicar, y fui presidenta de la Sociedad de Jóvenes muchas veces. Pero a mí lo que me gustaba eran las giras, los viajes que hicimos fuera de PR y las actividades de la sociedad, porque era lo más cercano al mundo que iba a tener, y yo en el fondo, siempre fui del mundo. Así que el desayuno era la mejor oferta para yo madrugar e ir a la iglesia a las 6 de la mañana.

Después del servicio y el desayuno, a los cuales mis hermanos iban por lo mismo (ellos tardaron menos en salirse del mundo religioso), teníamos carta libre para ir a donde quisiéramos. Recuerdo que la primera vez que fui a El Yunque fue un Domingo de Pascuas hace unos…tantos años. Fuimos mis hermanos, unos amigos de ellos y yo. No se me olvida ese día jamás, porque Fernando no quería que yo fuera porque había que caminar mucho, y él no me iba a cargar. Yo le dije que no me iba a cargar, que yo podía. No solo terminó cargándome, sino que en un momento me fui más adelante, y él, Ferdin y los panas se escondieron en los arbustos para que yo pensara que me había perdido. Me dieron el susto de mi vida. Empecé a llamar a mami y a llorar, y ahí salieron ellos gritándome y diciéndome que si me perdía mami no me iba a salvar. Linda manera de terminar la Semana Mayor.
Hoy no fui a la iglesia, tampoco al Yunque o a la playa. Me levanté al mediodía como siempre, me fumé un cigarrillo y me puse hacer mi almuerzo para el trabajo. Hace años que no voy a la iglesia. No practico ninguna religión como tal. Creo en muchas cosas que la gente no cree, como la reencarnación, y realmente no me importa. Cada cual brega con su espiritualidad como quiera. Yo solo trato de portarme lo mejor posible, para que se porten igual. El karma te las juega. Lo que si es que usted jamás de los jamases, me va a ver un jueves o viernes santo pelando viandas, y me va a escuchar todo el Sábado de Gloria decir: “Saaaabado de Gloria en el Palledium!!!!”




Ahora mami le ha dado que quiere ir a España en Semana Santa, porque “Ahí si celebran la Semana Santa como se celebraba antes. Yo iba a la procesión de San Vicente. Iban por todo el barrio con una virgen vestida de negro. Mami me daba chavos para comprarme la ropa de Semana Santa en Franklin’s. La mitad era de luto, claro. Esa semana no se podía hacer nada. No se podía correr, jugar. Había que confesarse. Yo iba donde el Padre Domeño porque Padre Mari Juan te pasaba por la piedra. A tu tía Amarilis la pasaban siempre por la piedra. A mí me daban 3 Aves Marías y 2 Padres Nuestro, pero a ella la mandaban a llorar frente a la estatua del Cristo muerto”  

viernes, 15 de enero de 2016

Mi hermano Fernando

Cuando yo nací, mi hermano Fernando me llevaba 9 años. Según cuenta la leyenda, Fernando me dejó caer de la cama cuando era chiquita. Quizás pude haberlo soñado, pero mi cabeza es como rarita, tengo dos chichoncitos bien nice y pudiese explicar muchas cosas. Fernando siempre me estaba velando cuando yo era chiquita, tenía esa protección paternal conmigo que aún no se le quita.
A Fernando siempre le gustaron los animales, y su sueño era ser veterinario. Así fue como llegó Tuca a casa. Tuca era una perra sata que teníamos porque una tarde llegamos a casa y estaba en el balcón agolpiada. Mami le dijo que ella no quería animales en casa, que no la curara ni le diera comida. Pero Fernando no hizo caso. La curó, le dio comida, y la perra se quedó. Ha sido de las perras más decentes y leales, según mami, que hemos tenido en la casa. Que mucho la lloraron cuando murió.
Fernando era mi guardián en la escuela, así que recibía todas las quejas de mis maestras, para después pasar informe en casa. Cuenta que Tuti, la maestra de kínder, me entregaba todas las tardes a lágrima viva, y que él estaba en 7mo grado, y era bastante tedioso tener que bregar con la maestra llorando. Aparentemente, yo no era fácil. Todas las tardes, cuando salíamos de Sagrado, comenzábamos la peregrinación por Santurce para llegar a casa de abuela Paulina a esperar a papi. Allí me ponía hacer las asignaciones. No saben las horas de lucha que teníamos porque yo quería ver ALF, y él quería que me pusiera a estudiar de los Fenicios y Mesopotamia.

Fernando estaba en todos los clubes habidos y por haber de la escuela. Contrario a mí, todas las maestras lo adoraban. Siempre me sentía mal de que él estuviese en el cuadro de honor, en el Honor Society, y yo en el cuadro de horror, pero es que yo era un espíritu libre.

Fernando se fue a estudiar a Mayagüez a los 17, y yo vi el cielo abierto porque entonces me podía portar como me diera la gana y las maestras no iban a poder darle quejas a nadie. Pero fue peor, la información llegaba a casa por línea directa, así que hubo más bofetones y castigos. Ahora que lo pienso, quizás no pasaba la información completa en casa, y me libraba de penurias sin yo saberlo.
Cuando se fue a Mayagüez, comenzó a trabajar en el zoológico. Así fue cómo llegamos a tener un mono chimpancé los wikenes en casa. Cuento breve: El mono fue un gemelo, y su mamá no lo quiso a él, sino a su hermana, y los voluntarios del zoológico lo criaron entre ellos. A Manix, así se llamaba el mono, le teníamos y terror mami y yo. Y el mono lo sabía. Se pasaba todo el wikén corriéndonos por la casa y tirándonos a morder. Muchas veces mami se orinó del miedo corriendo para huirle. Uno de esos wikenes, el mono se fue corriendo detrás de mí. Pensé que si subía la verja iba a poder escapar de él. Pero mono al fin, se subió detrás de mí, y después yo no podía bajar. Yo empecé a gritar como demente, y Fernando vino a bajar al mono, que ya me había medio mordido un dedo en el jaleo de escaparle.

Después de Mayagüez, Fernando se fue a Colorado, y las visitas a casa fueron más esporádicas. Todo el mundo siempre me preguntaba por “tu hermano el veterinario”, y yo solo sabía que estaba “por allá fuera”. La comunicación se hizo más distante. Yo entré a la adolescencia, y fue terrible. Me la montaban tanto en la escuela. En el verano de 7mo a 8vo grado, Fernando vino de vacaciones. En san Vicente me molestaban mucho por la peluera en las piernas y el bigotito. Yo se lo conté a él, y que ahora volvía a Sagrado, y que entonces me la iban a montar más. Entonces fue a Walgreens y me compró un bleach y una crema depiladora. Llegué nueva a Sagrado. Siempre le agradecía eso, eran dos cosas por las que no podían bulliarme. Claro, después lo menos que pasó es que me bleache mechones en el pelo, y mami quería matarme.

Fernando siempre se molestaba porque en la escuela no salía bien. Era una estudiante promedio, y él decía que yo era lo suficientemente inteligente como para pasarle el rolo a Mariné y a todas las nenas del cuadro de honor, pero que no me daba la gana. Fui estudiante de maestras que le dieron clases, y siempre andaban con el cuento que debía ser más como Fernando. Así que en un momento de mi vida, Fernando fue el antagónico. Siempre andaban comparándome con él, y lo detestaba. Yo le decía a mami que es que él era su favorito. Pero todos los hijos siempre decimos que los papás quieren a un hijo más que el otro. Y es cierto, eso no me lo quita nadie de la cabeza.

Fernando me regalaba las tarjetas de cumpleaños más graciosas, y siempre llegaban acompañadas de algún cupón de comida de algún lugar que no había aquí.

Fernando me llevó a Italia. Yo no tenía idea de porque, pues realmente hubo un tiempo en que dejamos de hablarnos. Yo no sabía mucho de lo que él hacía, y no preguntaba. Él estaba allá afuera y esa era toda la referencia que daba cuando preguntaban por él. Pero me llamó un día y me dijo que íbamos a Italia, y que él me lo pagaba todo. Era una oportunidad única, así que le dije que sí. Pasé dos semanas maravillosas con Fernando. Fuimos a Nápoles, donde aprendimos sobre los prefix menus, de que no puedes pedir una pizza sopresa, porque viene con berenjena (que no cómo) y un pelo. Vimos las prostitutas competir por que tipo se las iba a llevar, las ruinas de Pompeya, y a los gitanos pidiendo dinero en el tren para “il bambino”. Después fuimos a Florencia, donde vi a El David de Miguel Ángel (que by the way, ese dude está súper grande!!), la Galería de Uffizi, el Duomo, la tumba de Maquiavelo, me dejó perderme un día por la ciudad, y terminé con un recorte de lo más nice, le compramos gafas pirateadas a los ilegales antes de que salieran corriendo, nos paseamos por el Ponte Vecchio y me levantaba 5 minutos antes de que se acabara el desayuno para que la que organizaba el comedor se molestara porque ya ella había limpiado. En Florencia compré mi bandera del arco iris gigante, con la palabra “Pace”, a escondidas, sin saber que mi hermano era el menos que me iba a juzgar por mi homosexualidad. Después fuimos a Perugia, una ciudad así estilo medieval. Fue mi lugar favorito de Italia, quizás por la historia, y porque en las calles, aún hay colgadores de personas de la época medieval, para enganchar a los pillos y violadores de la ley y que la gente los linchara. Y fuimos a Roma, donde nos acordamos mucho de las clases de Humanidades de Mrs. Ortiz, llegamos “too early” a cenar, probé lo que es una verdadera pasta carbonara y saltimboca alla romana, fuimos a la Capilla Sixtina, y a El Vaticano y tratamos de llamar a Benedicto XVI diciendo “Benny!!”, pero él nunca salió a vernos (creo que se olía que éramos budistas/metafísicos). Nos tiramos fotos bien chulas y graciosas. En Roma, caminado por el Arco di Tito, dos días antes de regresar cada uno a su casa, le dije que era lesbiana. Desde ese día, mi relación con Fernando mejoró. Creo que creamos nuevamente la complicidad que habíamos perdido.
Después de ese viaje, Fernando y yo comenzamos hablar más. Él estaba viviendo en Washington, y cada vez que me peleaba con mi ex de esa época, caía en su casa a pasar el coraje y el dolor. También cuando decidí volver a estudiar, me apoyó totalmente. Estaba tan orgulloso de que al fin hubiese encontrado mi camino educativo. Vino a mi graduación, y pasamos una semana magnifica junto a mi otro hermano Ferdinand.

Fernando es un foodie, y cada vez que nos vemos, nos vamos a comer y a beber. Siempre que voy a comer con él, la cena es memorable. Para la semana de mi graduación, la meta era encontrar el mejor Mojito del área metropolitana. Nos dimos bastantes, y todos estuvieron buenos, pero el de la Atlántica fue el mejor. Hands down.

Fernando me llama al menos una vez a la semana, para que le cuente de mis aventuras universitarias, o del trabajo, o de la vida. Siempre me deja unos voicemails espectaculares. Sus mensajes de texto no se quedan cortos. De vez en cuando me hace bromas que me creo. Hace unas semanas, después de contarle de mi historia con las cajas de dientes de abuela, me dijo que él había donado su médula ósea en Mayagüez, y que había donado sus dientes para poder sostenerse mientras estudiaba y por eso tenía cajas como abuela, y que no se notaban. Yo me quedé en shock. Yo no recordaba que en casa tuviéramos problemas económicos como para que el hiciera eso. No me atrevía preguntarle a mami, porque no sabía si me lo había dicho en confidencialidad. Pero a los días le pregunté. Mami me dijo que me la estaba montando, que a Fernando nunca le faltó nada en Mayagüez, y que si no me acordaba de eso. Yo lo llamé y le dije que yo estaba bien preocupada por sus dientes para nada, que era un payaso, pero muerta de la risa.

Fernando fue a verme a mi primera ponencia en un congreso. Eso me alivió mucho el miedo que tenía. Llegó temprano, me llevó de brunch, me imprimió la ponencia porque yo no tenía impresora y en el hotel me salí en casi $5 6 páginas. Tuvimos una seria conversación/orientación sobre mi futuro académico, sobre futuros planes de trabajo. Después nos llevó a las nenas y a mí a un mini tour del zoológico, a pasear por la ciudad y a comer en tremendo restaurante. Estuvimos horas riéndonos con las historias de nosotros y las de mis amigas. Ahí fue que descubrí lo terrible y zahorí que realmente era de pequeña.

Cuando llegué a Puerto Rico, me mandó un mensaje diciéndome que le había pasado muy bien conmigo y mis amigas. Que era el mejor grupo de amigas que me había conocido en toda la vida. Ellas también quedaron locas con él.


Hace poco fue que descubrí lo que realmente hace mi hermano Fernando como profesión. Yo siempre pensé que él era un agente de la CIA o el FBI. Cada vez que alguien me dice “Mi hermano es esto, y hace aquello”, yo les digo “Ajá? Pues mi hermano Fernando tiene un trabajo bien melaza. Tan melaza que no te voy a decir lo que es, porque es confidencial, y si te digo te tengo que matar”. Fernando y yo nos parecemos mucho, tanto que si nos tiran una foto de la nariz hacia arriba, no van a saber cual es cuál, excepto por las canas de él.

Aquí estamos frente a casa, cuando aún papi no lo ponía a virar cemento los fines de semana.

Esto claramente evidencia la distancia que hubo, un hermano que te quiere
no te deja tener ese hair-do jamás.

El día de mi graduación de la UNE, me llevo a la Placita a beber.
Yo terminé sentada en los Aguacates de Sila.